miércoles

Frías noches de invierno

(Inspirado en "Cold winter's nights" de Stratovarius)

No sabía de qué huía. Creo que de la desolación. Esa imagen me destempló el alma. ¿Cómo tenerlo todo y perderlo por una mano alegremente sádica?
Ver a mi mujer y mis dos hijas muertas fue terrible, pero mucho más lo fue saber que tendría que vivir con esas ausencias para siempre.
Mi padre fue militar, viajaba al “Continente blanco” periódicamente, por largos meses, ya había aprendido a extrañar. Esto era aterradoramente diferente.
Él solía contarme como su buque siempre peligraba ante la presencia de los gigantes bloques de hielo. Por ese recuerdo es que me refugié en su cabaña del sur. Porque huía de la desolación, del abandono, de la muerte que sugieren las frías noches de invierno.
Él contaba “cuando un buque de gran porte, por alguna imprevisión o fatalidad, se encuentra en una situación de inevitable choque con un bloque de hielo no se debe intentar esquivarlo. Si hacemos eso solo lograremos darle al hielo enemigo nuestro costado, para así hacernos una herida cuyo único resultado será el de enviarnos al fondo del océano. Por el contrario lo que debemos hacer es girar para embestirlo con nuestro centro, el extremo de nuestra popa, ahí donde toda la eslora de nuestro ser se concentra; porque para un marino su buque es su ser. Solo así podremos evitar que todo lo que somos se hunda, solo así.
Es la única posibilidad de que el hielo se parta dejándonos continuar. Nuestro centro, lo mas fuerte de lo que somos, contra el punto mas débil del bloque de hielo”
Eso hice, mi terror llevado al extremo. Esa cabaña, ese bosque helado, esa soledad…
Ese era el único punto débil que le hallé al hielo de mi terror. Y estar ahí solo era enfrentarlo con el centro de mi buque. Solo aquí voy a poder borrar de mi mente tu rostro aterrado, ensangrentado, ya sin vida. Ya no puedo pensar en tu rostro feliz Emilia, esa terrible imagen suplanta tu sonrisa. Solo aquí lo podré hacer.
Recuerdo que el primer día, luego de caminar dos horas desde el último camino de asfalto, cuando llegué a la cabaña, todo estaba igual, las mismas cosas viejas que mi padre dejara, la suciedad que logran años de abandono, y el espeso hedor del encierro. Si el vidrio de la cocina no se hubiera roto, quien sabe hace cuanto, dejando entrar algo de aire fresco, imagino que el aire habría sido irrespirable. No se por qué cerré con llave la puerta, nada había afuera, ni zorros quedaban ya…
Como te extraño Emilia! Ahora, luego de algunas semanas, ahora si te recuerdo, ahora veo tu sonrisa. Nuestra historia nació de un modo simple, no como en los cuentos con pájaros y senderos azules. Ni como en las comedias románticas con mágicas casualidades y graciosas anécdotas. Porque el amor es así, nuestro amor fue así. Y nuestra familia convirtió en carne ese amor. Ahora si, ahora puedo recordar a nuestras hijas, hasta escucho sus risas, sus pasos…
¿Por qué me fue arrebatado mi sueño? Mi sueño simple, solo quise vivir el amor, el amor de Emilia y mis hijas, mi familia.
Algunas noches, solo algunas, recuerdo esa última noche que las vi a las tres, esa trágica noche. Pero el recuerdo se nubla y el dolor de la imagen perturba. Solo recuerdo girar la llave de la puerta de casa, notar que la puerta no estaba con llave, abrirla y, en medio del living, ver como mi alma se destrozaba en tantos pedazos como hojas hay en este bosque, este, mi sepulcro.
De lo que ocurrió después casi no recuerdo nada. Ya había yo muerto al verlas, mis ángeles, como la sangre que les había heredado bañaba sus rostros, como la hoja partida de un impío cuchillo aun hería su carne.
Luego, el hombre que quedó, esto que soy, vivo aunque muerto por dentro, luego me recuerdo caminando hasta aquí. La cabaña de mi padre, mi refugio, mi sepulcro, el centro de mi buque.
Los días pasan y acepto la condena de vivir con este dolor, es el precio de haber amado. Nunca sentí enojo, nunca pensé en buscar al dueño de esa mano asesina, al despiadado que me robó los sueños, la alegría, el amor.
Nunca lo hice porque si bien al llegar cerré con llave la puerta de mi refugio, mi sepulcro, sospecho, desde hace algunos días, que el despiadado asesino de sueños no está afuera. Será tal vez por eso que al poco tiempo de llegado rompí “accidentalmente” el espejo…
Sigo buscando en mi sepulcro la respuesta que me dejará quitarme la vida, sigo buscando saber ¿Por qué!?



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