viernes

Calor de primavera

La primavera era mas calurosa que de costumbre.
Ella apagó el ventilador. El calor era sofocante, pero prefirió entregarse a su sudor que mutilar mas sensaciones. Ya hacía 3 meses que su hombre se había ido. Su cuerpo lo extrañaba, su corazón se sentía incompleto, y su egoísmo la dejaba sola, a mereced de las hieles del tiempo, que inexorablemente deshojaba el calendario.
Él, la extrañaba mas aún, su alejamiento del hogar era habitual, su trabajo le había sido impuesto. Nunca tuvo opción, extrañar a su mujer era parte de su vida.
Ya eran pasadas las 3 de la madrugada, ella solía desvelarse entre copas de vino. Las tareas del hogar suelen ser muy escuetas viviendo a solas tanto tiempo. Cuanto deseaba un hijo que le desordenara la vida y la hiciera feliz, se sentía incompleta, se sentía lejana a si misma.
Aquel programa de radio, aquella copa de vino, aquel sonido de la noche, todos los días eran iguales. Su ordenada vida solo la forzaba al recuerdo. La piel de su hombre, su olor, sus manos en ella.

Ya faltaba poco para el verano, él regresaría. La espera se convertiría en una tortura insoportable. Su corazón sentía ansías de sensación, su cuerpo necesitaba ser tocado, sus palabras escuchadas. El sentir que el final de la espera está cerca solo la desespera más. La primer noche de verano, el 21 de diciembre, llovía y la tormenta sacudía cada espacio entre su alma y su cuerpo. En sus tierras el verano desaparecía cuando en donde ella ahora estaba desplegaba su esplendor. El olor a la tierra mojada la estremeció, la espera se hacía imposible de soportar, su erotismo explotaba en cada hormona que la componía. Los truenos parecían los quejidos de su piel, que clamaban ser rasgados en placer, el placer que su hombre le diera. Su pelo deseaba ser revuelto por las manos de quien la poseía en cuerpo y alma. La espera llegaba a su clímax, ese era el punto mas doloroso, tal como lo es el momento exacto antes del orgasmo, en ese preciso instante donde aseguran que separamos los dedos de los pies, ese momento en donde la temperatura de la sangre se dispara y solo podemos concebir el alivio en un agudo gemido de placer. La espera era mas insoportable que ayer, tantas palabras dichas, tantas promesas de encuentro, ese momento se acercaba, su cuerpo lo sabía.

Los pasos del caminante se escondían entre los sonidos de la tormenta, el aroma de la lluvia le escondía el olor de la piel de su amante, por un momento estuvo confundida. En el programa de radio, que a diario la acompañaba, sonaba un viejo tango, era la tercera vez que oía esa melodía durante su espera. Ya no soportaba estar lejos.

La tormenta desplegaba su poder, que parecía solo encender mas aun su espíritu, el solo roce de las telas de su ropa la hacían desesperar, la desnudez la estremecía, ya no soportaba su cuerpo, el vino, el tango, la espera, su amante…

Sobre la cama la manta que solía envolver el cuerpo de su amante. Se abrazo a ella como si aun guardara el aroma de quien la poseyera. Su desnudez, la tela, el recuerdo, la espera. Lo sentía cerca, ya no podía esperar.

Bajo la lluvia camino casi sin ropas, sus pies desnudos pisaban la tierra blanda y mojada, su piel encontraba alivio en las gotas apenas frías. Pero no había salido en busca de alivio, había salido al encuentro de su amante. Su razón le decía que faltaban semanas para que volviera. Su cuerpo, su alma, su amor, le decían que él estaba cerca, que lo buscara. La tormenta ya no daba tregua, los árboles se sacudían en el viejo bosque. Su cuerpo no encontraba en esto mas que ánimo para avanzar, su amor la impulsaba a no esperar un instante mas. Su piel le pedía salir en la búsqueda de su amante, aquel que la poseyera. Esas tierras le eran desconocidas para ella, tan lejos de su casa se encontraba. Pero su alma no encontró en esto una dificultad, sino que se estremeció en valor, la recompensa era el amor mismo, o la mera posibilidad de él, que es mas noble que simplemente vivir sin buscarlo.
A cada paso se sentía mas estremecida. La soledad del camino, el caminar en su búsqueda, eso solo la animaba a dar cada paso para estar mas cerca. Las luces de su hogar ya eran lejanas, la oscuridad del bosque la abrazaba. Sin darse cuenta forzó el milagro, las luces de su hogar le impedían ver el resplandor de la fogata de su amante. Si no hubiera iniciado su camino, hasta estar rodeada de oscuridad, nunca hubiera visto el fuego que su compañero había encendido para que ella lo encontrara. El no podía pedirle mas auxilio que ese, la necesitaba, deseaba que ella lo encontrara, que lo rescatara, pero no podía hacer mas que encender ese fuego que solo se vería desde la oscuridad del bosque, lejos de las seguras luces del hogar. Esa era la única esperanza de su amante, que ella abandonara lo seguro y acudiera a la búsqueda de su amor, de su piel. Al acercarse pudo ver que su amante estaba herido, el camino le había sido difícil de andar, y las heridas en sus piernas no lo dejaban caminar hasta su encuentro, la necesitaba, tanto la necesitaba…

Ella había comprendido el mensaje de la noche, de la tormenta, del erotismo. Ella había dejado la seguridad del hogar para aventurarse al bosque, buscando lo verdadero. Y allí estaba, herido pero completo, ahora que ella estaba ahí el podría caminar.

El camino no fue fácil, el tuvo que aprender a caminar, nuevamente, el camino de su amor, de lo verdadero.

Lo que sabemos de esta historia es tan solo esto, no nos fue dado mas dato que el que aquí esta escrito. ¿Si llegaron al hogar a salvo? ¿Si se amaron bajo el techo que los refugiaba de la tormenta, esa tormenta que los había unido? ¿Si sus ansías se colmaron? Bueno, pues, no lo sé. Me gustaría creer que si, que hallaron el amor, que sus cuerpos se encontraron tal como se encontraran sus corazones en la distancia…

Presentación

Hola a quien esté frente a esta página.

En este blog intentaré vertir algunas palabras que unidas intentan transmitir mis sentimientos, como también los sentimientos que me importan o simplemente que deseo.

Un afectuoso saludo, Rubén.